*Los organilleros Tolio y Luis, originarios de Zentla “lugar del maíz”, recorren la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río manteniendo una tradición desde la época del porfiriato
Diana Rojas Ruiz
Veracruz, Ver.- Tolio y Luis llegaron a las once de la mañana al camellón de la Avenida Costa Verde. El taxi los dejó como todos los viernes en el crucero cerca del semáforo. Prepararon el organillo y recargado sobre Tolio empezó a emitir el sonido peculiar activado por una manilla que hace girar un cilindro en su interior.
Luis con la gorra en la mano comenzó a caminar entre los coches, algunas ventanillas bajaban para entregar una anónima cantidad, el agradecía con una inclinación de cabeza y seguía hasta que el semáforo volvía al verde.
Tolio toca el organillo compasivamente mirando aquí y allá, no se nota, pero pesa 40 kilos, una parte apoyado en una pata de palo y el resto descansa sobre el cuerpo. Después de estar a la sombra de una palmera casi treinta minutos tocando, es su turno de ir a través de los autos con la gorra en mano a pedir cooperación para mantener viva la tradición y su solvencia económica.
Desde 2016 mantienen la profesión del cilindrero. Luis había estado antes en México y en Hidalgo, mientras que Tolio en Oaxaca y Querétaro. Absolutamente todos los días de la semana, sin perdonar domingos y festivos, ya que la renta del organillo no se pagará sola, salen a trabajar.
Uno más alto que el otro, los dos con piel cobriza, sonrientes y precavidos ante los extraños. Cubiertos por sus uniformes de trabajo solo se ve la piel del rostro y manos.
Ambos son originarios “del lugar del maíz”, Zentla, un municipio cerca de Huatusco. Hasta el momento se jactan de ser los únicos organilleros en Veracruz.
“Los otros tienen adentro grabadoras, revela Tolio con aire confidencial. Aquí tiene un cable y muestra la parte trasera del organillo pasando un dedo por donde estaría el imaginario cable.
El organillo es un instrumento que desde hace 200 años llegó a México, surgió en Europa en el siglo XIX en Alemania.
-En Alemania ¿no?, le pregunta Tolio a Luis.
-Sí, y de ahí los migrantes lo trajeron a México, completa.
Una tradición que va decreciendo gradualmente y se valora menos, pocos conocen al organillero como lo era antes. Un portador de música que animaba las plazas y los lugares conocidos del lugar.
.Pero no podemos ir al malecón o al zócalo, y eso que mucha gente que se acerca a cooperar nos ha recomendado ir.
-No pues, es que, no nos dejan tocar allá, pero la verdad nos va mejor en los cruceros, a veces los de comercio son los que andan, en dos ocasiones nos han dicho que nos movamos, pero no insisten tanto y aquí seguimos.
Es en la ciudad de México donde ha permanecido mejor esta tradición, incluso ahí se encuentra la Unión de Organilleros la cual se formó en 1975. La unión les dona el traje oficial de organilleros, pero al no ser parte de esta, Tolio y Luis usan los propios.
“Para todos los trabajos se debe tener, aunque sea un poco de gusto para hacerlos”, dice Tolio. Aunque la necesidad los ha llevado a ser organilleros existe un toque de amor por el oficio.
Yo siento que la gente si apoya en esta tradición, poca la gente grosera, cuando comencé había personas que me dijeron ponte a trabajar, ¿porque estas pidiendo?”, agrega.
Yo trato de ignorarlos porque si les hago caso me desconcentro, conviene Tolio, les digo: “Gusta cooperar con una moneda para la tradición del organillero y bendigo a la persona como sea que me trate”.
El oficio de organillero nació durante el gobierno de Porfirio Díaz en México, ha inspirado a varios artistas y ha tenido con el paso del tiempo su decadencia.
Todo tipo de música nos evoca y trae recuerdos, la nostalgia puede ser la principal razón por la que las personas se ocupan de cooperar al par de amigos, quizá con seguridad los únicos representantes de una tradición ya casi muerta en la ciudad.